CENTRO DE ESTUDIOS AMBIENTALES. ANDORRA.TERUEL.

7 de octubre de 2011

El Escorredero


El domingo dos de octubre, se realizaba la segunda de las rutas programadas con motivo del Año Internacional de los Bosques por el Pinar de Repoblación de Alacón conocido como “El Escorredero”.

Unas 25 personas, cinco de ellas niños, participaron en este recorrido de la mano de Mariano J. Aznar, autor del inventario sobre Patrimonio Natural de la comarca Andorra-Sierra de Arcos. La anécdota estuvo marcada por la batida de jabalíes que un grupo de cazadores habían organizado a la misma hora y en el mismo espacio. Bastó un pequeño diálogo para llegar a un acuerdo que facilitó ambas actividades sin  problemas.

El recorrido realizado transitó por campos de labor, caminos, pinar, cortafuegos,…iniciándose en  lo más alto, a unos 800 m, para descender por una val hasta el paraje conocido como “La Fuentecilla” donde se encuentra la balsa que le da nombre, sin agua en este momento debido a la sequía,  y un abrevadero igualmente vacío. Toda  una paramera de tierra blanca compuesta por calizas y margas que fue repoblada en la década de los años 50.

En origen, el carrascal constituía la vegetación autóctona de esta zonas, pero un Teruel y un medio rural superpoblado a mediados del S. XX contribuyeron a la deforestación, ya que muchas hectáreas de bosque fueron taladas para obtener tierras de cultivo, además de para la obtención de carbón vegetal. El medio natural sufrió en esta época una grave agresión que empobreció  las tierras por sobreexplotación y contribuyó a la despoblación generada a través de la emigración iniciada en los años 50.

En estos páramos la roca caliza, permeable, conduce el agua al subsuelo quedando la superficie seca. Esta característica, unida al cierzo que sopla en esta zona dificulta el desarrollo de la vegetación, formada fundamentalmente por  matorrales: romeros, ontinas y otras plantas aromáticas y melíferas que favorecen su aprovechamiento por parte del hombre a través de la recolección de miel y otros derivados de la actividad de las abejas. Las manchas de pinar de repoblación son fundamentales para el refugio de la fauna al igual que los puntos de agua construidos por el hombre para su supervivencia.

Entre la década de los 50 y los 80 se realizaron muchas repoblaciones forestales en todo el Estado. La especie elegida fue el Pino carrasco (Pynus halepensis) por su facilidad de crecimiento rápido en la mayoría de los suelos. 
El método utilizado para la realización de estas plantaciones  era el de las “peonadas” realizadas en los primeros años a mano. Estas peonadas estaban formadas fundamentalmente por mujeres con lo cual el empleo femenino estuvo en auge en el medio rural en este momento. Todas estas repoblaciones, utilizadas en la época de la Dictadura para la obtención de papel, poco a poco fueron abandonadas. La falta de mantenimiento contribuyó a su estado actual proclive a los incendios forestales.

Las tierras que se  repoblaban   eran las que  no servían para plantar, con lo cual quedaban reducidas a zonas marginales bastante alejadas de los pueblos.

Entre la fauna: conejos y liebres, ardillas, carboneros, piquituertos con el pico adaptado para comer piñones, mitos,…esenciales para combatir plagas como la procesionaria, entre otras. En estos pinares en los que todavía no se dan gruesos troncos son esenciales las cajas nido para facilitar el anidamiento de las aves insectívoras.

El pino carrasco (Pinus halepensis) es una especie pirófita, es decir, adaptada al fuego. Sus piñas con el fuego son lanzadas a distancia  donde podrán volver a generar nuevos vástagos a partir de sus piñones. Las acículas al caer al suelo, un suelo calizo en este caso, con la humedad generan acidez que va disgregando la roca madre y liberando los nutrientes que enriquecerán el suelo, preparándolo así para la colonización de otras especies como la carrasca.
Sus hojas, compuestas por dos acículas se reponen cada dos ó cuatro años, en dependencia de la disposición de agua. Las piñas permanecen en el árbol cayendo los diminutos piñones al suelo. Al crecer buscando el sol,  va perdiendo hojas de las ramas más bajas que se irán secando y conformando un entramado difícil transitar.
El paisaje ascético nos sorprende con un mirador desde el que se pueden contemplar relieves que abarcan desde la provincia de Zaragoza hasta el Maestrazgo de Teruel.

Las personas que participaron además de aprender, disfrutaron de los hallazgos, del paisaje, del almuerzo y de la afable y cordial relación que la naturaleza ¡como nadie! se encarga de facilitar.

El interés mostrado por los niños y niñas generó unas explicaciones muy didácticas útiles para todos los presentes.