El sábado 22 de octubre, la ruta guiada tuvo como escenario Estercuel y estuvo guiada por Javier Escorza , naturalista y Agente de Protección de la Naturaleza. Siguiendo los pasos del río Estercuel, en el entorno del Monasterio del Olivar, nos sorprendió el paisaje conformado por los chopos cabeceros y unas riberas exquisitamente cuidadas por los rebaños de la zona.
Estercuel nos recibió con fresquito, íbamos bien abrigados aunque a lo largo de la mañana todo nos iba sobrando. El recorrido se inició en el puente del río, a la entrada del pueblo. Desde el inicio, empezamos a disfrutar. El paseo es un homenaje a la tipología del bosque característico de esta comarca, el bosque de ribera, de galería, donde especies como el chopo y el sauce, característicos de estos ríos, próximos a la orilla pero sin estar en la zona de inundación, generan un ecosistema y un acogedor pasillo arbolado.
También pudimos escuchar los cantos de mitos, mirlos, pájaros carpinteros, currucas… y pájaros insectívoros que se alimentan de insectos en la ribera. Los chopos cabeceros constituyen en si mismos ecosistemas, que permiten que lechuzas, cárabos, abubillas y carboneros aniden en sus troncos.
Entre los pájaros encontrados un petirrojo, ave migratoria, que llega en otoño para viajar rumbo a Europa.
Los niños disfrutaron de lo lindo con el río, con sus barcos de piñas y troncos… … también pescaron pequeñas ranas que soltaron después, para dejarlas en su casa.
Un buen rebaño de ovejas aportó tema de conversación sobre su importancia para el mantenimiento de las riberas de los ríos evitando que se llenen de zarzas y manteniendo limpias y transitables las zonas de inundación.
Además de los ejemplares de chopos cabeceros, hay una zona de pinos de especies como el pino rodeno y el pino carrasco.
El recorrido nos permitió ver la utilización humana del agua y las tecnologías que se desarrollaron en el pasado: azudes, balsas, norias, acequias y lo que es característica de nuestra comarca y en concreto de este recorrido: las catarras, canalizaciones de agua excavadas en la montaña, con aberturas intermedias practicadas cuando eran muy largas para dar acceso a las acequias y posibilitar su mantenimiento, una herencia árabe, tanto por la tecnología como por el nombre, ya que catarra viene de cat (roca) y también se le llama así en el norte de Marruecos.
Y en el último tramo, desde la cascada al Monasterio, pudimos ver claramente la conformación del paisaje: los meandros del río, los chopos planteados por nuestros antepasados como protección, las zonas de inundación, pastoreo para otoños tan secos como éste y para sestear el ganado en verano… Con la visita a la nevera del Monasterio, terminamos la visita. Algunos se quedaron a comer allí, con los monjes.