La buena lluvia devolvía el color a las hojas, a los troncos, incluso al río, en una jornada que reunía por tercer año consecutivo a los enamorados de los chopos cabeceros, de los paisajes otoñales y del ritmo pausado de una naturaleza marginal.
Los hermosos chopos y sauces cabeceros de la ruta por el Barranco del Hocino concentraron toda nuestra admiración y nuestros deseos de su pervivencia en el futuro. Los percibimos como tesoros singulares y únicos, rebosantes de vida, quizá exhaustos de mantenerla sin nuestra necesaria ayuda.
La celebración y el encuentro envolvieron todo el día. Un día para reivindicar un paisaje único y singular, de un Teruel interior que rebosa hermosura.
Todos a una por un deseo común: ¡POR UN PARQUE CULTURAL DEL CHOPO CABECERO!
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