La penúltima de las rutas realizadas para conocer los bosques comarcales transcurría el sábado 19 de noviembre por el término de Ejulve. Sorpresas muy gratas nos estaban esperando de la mano de J. Luis Lagares que condujo la mañana a través de ese territorio en el que transcurre gran parte de su vida diaria.
La comarca de Andorra - Sierra de Arcos tiene en esta zona sur, su exponente montano, como puerta hacia el agreste Maestrazgo y las elevadas crestas de la sierra de Majalinos, que rondan los 1.600.Tras el punto de encuentro en la báscula de entrada a Ejulve el inicio del recorrido se realizaba en el “Collado frío”, collado en el cual no pudimos detenernos debido al intenso frío de esa mañana. Partimos en dirección hacia Cuevas de Cañart deteniéndonos en el paraje de la Val Redonda donde pudimos conocer a uno de los más añosos y hermosos árboles monumentales, la Sabina de la Val Redonda (Juníperus thurífera), que encuentra su reconocimiento oficial en el Catálogo de árboles Singulares de Aragón. Se encuentra solitaria en medio de esta Val y de un extenso bancal que antiguamente constituia un extenso sabinar. La existencia de una “consigna familiar” es la responsable de su actual conservación.
Se calcula que puede tener una edad entre 800 y 1.000 años convirtiéndose quizá en el árbol más longevo de toda la comarca junto a la Sabina de San Pedro en Oliete, que no parece gozar de la salud de ésta. El diámetro de su copa es de 15 m y 11m su altitud. Es un ejemplar masculino ya que presenta ausencia de gálbulos. Al contrario que la sabina negra (Juníperus phoeniceae) es una planta dióica, es decir con unidades reproductivas masculinas y femeninas en individuos diferentes.
Su hermoso porte, su tronco dividido en cuatro, sus ramas extendidas, su figura que acoge y fortalece nos invita a abrazarla y expresar en silencio nuestros mejores deseos para su futuro.
Una de sus amenazas actuales la constituyen los tractores y arados que excavan en profundidad y podrían afectar a sus raíces. No ocurría igual con las herramientas tradicionales, como los arados arrastrados por caballerías, ya que no llegaban a excavar a tanta profundidad.
Estuvo en grave peligro al quedar rodeada por el incendio del verano de 2009, fue la colaboración ciudadana la que consiguió rescatarla.
Seguimos de ruta y vamos observando los bosques de pino laricio o negral, Pinus nigra subsp. Salzmannii,ya por encima de los 1.000 m de altitud, autóctono de la zona al contrario que la variedad austríaca Pinus nigra subsp. nigra , que fue introducida en las repoblaciones y que es fácil observar dada su estricta alineación.
El pino laricio presenta unas acículas de tamaño mediano y unas piñas pequeñas sentadas, sin pedículo. En las masadas se utilizaban sus astillas, muy ricas en resina y extraídas mediante un instrumento cóncavo con el que se realizaba una incisión en el interior del tronco sin dañarlo, se utilizaban para alumbrar quemándose en los “tederos”.
Uno de los laricios (P. nigra salzmannii) monumentales es el Pino de la Torda o del Cura que ya no cuenta con una óptima salud y se encuentra en grave riesgo de desaparecer.
Bosque de repoblación de pino laricio de Austria
Los pinos laricios que se encuentran muy afectados por la procesionaria, son los de la variedad austríaca no adaptada a este insecto, al contrario que la variedad salzmanii, autóctona, que si lo está y presenta mecanismos de defensa frente a ella.
En el espacio conocido como Masías de Ejulve, nos sorprende un espacio repoblado en los años 60 por el ICONA que formaba parte de un plan de reforestación conocido como el plan Ceballos, en él se realizaron miles de repoblaciones en toda España, con especies no territoriales como en este caso, el abeto blanco (Abies alba), el pinsapo (Abies pinsapo), el pino de Oregón (Pseudotsuga menziesii), también conocido como Abeto de Douglas, el Ciprés de Arizona (Cupresus arizónic) ó el Pino de Monterrey (Pinus radiata), entre otras.
En esta zona se encuentra un punto geológico de interés conocido como “polget” de Villasecos: una zona de hundimiento en un área calcárea donde el agua no tiene drenaje y queda retenida, filtrándose y constituyendo una cubeta fértil donde los habitantes de Cuevas de Cañart cultivaban cereal. Se realizaron estas plantaciones tras comprar la tierra a estos masoveros. Se convirtió en una zona de repoblación experimental donde han proliferado en muy buenas condiciones debido a la humedad existente las especies ya nombradas. Se habla de la posibilidad de creación de un futuro Arboreto.
Continuando la ruta encontramos un pozo, el más grande de todo el municipio, construido con piedra seca en el entorno próximo a las masadas, construcciones tradicionales que permitieron el asentamiento y la explotación de los recursos naturales de estas duras tierras hasta hace no mucho tiempo. Se constituían como unidades agroganaderas independientes, con un alto grado de autosuficiencia y cuyos moradores, los masoveros, desarrollaron en el clan familiar, el eje vertebral de su desarrollo y continuidad. Son construcciones más sencillas que algunas de la zona del Maestrazgo, de construcción más sólida y algunas fortificadas, debido al mayor poder económico. A medida que iban aumentando las necesidades se iban añadiendo nuevas obras a las ya existentes.
La Masía del Señor, la más importante del espacio, habitada en el siglo pasado por un conde Virrey de Mallorca ó la Masía de Los Ordiales, de aljez, piedra y teja árabe, son algunas de las que se van observando en el camino.
La década de los 50-60, supuso para este medio un gran éxodo que despobló la mayoría de ellas quedando en la actualidad dos habitadas.
El Barranco de la Cueva Muñoz, es una paisaje agreste tras el cual se aprecian los Órganos de Montoro. Esta cueva estuvo habitada según cuenta la tradición oral por “un gigante” que no era tal sino más bien una persona de gran altura conocido como “el gigante de la cueva Muñoz”. Vivía de una economía de trueque. En el interior de la cueva se encontraron camastros de cañizos y aljez, diversos utensilios, un hocino de pan,…
En al Fuente del Torrejón, camino hacia la masía del Sartenero, refrescamos la garganta y los pasos.
En la próxima parada nos esperan dos encinas centenarias, de más de trescientos años con un porte muy singular que sobreviven pese a encontrarse en un suelo no muy adecuado que genera problemas en su crecimiento, no obstante despiertan nuestro interés y afecto.
El punto final, destinado al gran bosque ausente y silencioso, ya no tendrá lugar debido a lo intempestivo del tiempo y del horario. Nos prometemos una próxima estancia exclusiva en Majalinos.